Tratamiento de la encefalitis transmitida por garrapatas: fármacos y otras medidas

El tratamiento de la encefalitis transmitida por garrapatas es únicamente sintomático. No existe ningún tratamiento causal para esta infección.

No existe en el mercado ningún virostático específico eficaz.

En la primera fase de la enfermedad, la fiebre alta y el dolor de cabeza se controlan mediante la administración de analgésicos y antipiréticos comunes. El paciente se trata en casa, a menudo automedicándose, ya que en la primera fase aún no se sospecha la encefalitis transmitida por garrapatas.

Así, los síntomas remiten al cabo de unos días.

Si hay secreción nasal y dolor en los senos paranasales, el médico prescribe un tratamiento antibiótico, pero éste es ineficaz contra el virus y, por tanto, inútil.

En la segunda fase de la enfermedad, basta con medicación analgésica y antipirética, hidratación y nutrición adecuadas en el curso meningítico más leve. Una vez que los síntomas han remitido espontáneamente, sigue una rehabilitación completa y una larga convalecencia.

La encefalitis, sin embargo, presenta síntomas más dramáticos.

En los casos graves, la hospitalización del paciente es primordial. El tratamiento sintomático es activo, administrado por vía intravenosa (es decir, directamente en vena).

En los ancianos que padecen enfermedades crónicas, por ejemplo metabólicas (como la diabetes mellitus), hay que procurar que estas enfermedades estén bien compensadas. La hidratación intravenosa, una buena alimentación, el control de la glucemia, de la tensión arterial o de la actividad cardiaca son esenciales.

Los primeros signos de confusión o alteraciones de la conciencia (somnolencia, apatía, delirio, inconsciencia, etc.) son señales para iniciar el tratamiento antiedematoso, que implica la terapia con corticosteroides o la administración de manitol para controlar el edema cerebral, que puede poner en peligro la vida si es mayor.

La administración de los llamados nootrópicos (vinpocetina, piracetam) favorece el flujo sanguíneo y la función cerebral.

Los psicofármacos también son adecuados para la ansiedad psicológica y la confusión.

Los antibióticos no se administran en las infecciones víricas primarias. Sin embargo, si existe una sobreinfección bacteriana secundaria, su administración es necesaria.

A veces el médico los indica, por así decirlo, a título experimental, durante el proceso de diagnóstico, cuando se teme una meningitis purulenta. Cuando se recibe un resultado vírico positivo, deben suspenderse los antibióticos.

Esto se hace sobre todo para no sobrecargar al paciente con una terapia innecesaria, así como para evitar la aparición de cepas de bacterias resistentes cuando se hace un uso excesivo de los antibióticos.

La complicación más grave de la encefalitis y la encefalomielitis es la insuficiencia respiratoria, que requiere el ingreso del paciente en una cama monitorizada con ventilación pulmonar artificial.

En el síndrome postencefálico, los pacientes toman analgésicos, nootrópicos, sedantes, antidepresivos y neurolépticos incluso en el entorno doméstico.

No es raro que el paciente necesite la ayuda profesional de un psicoterapeuta, sobre todo si el dolor, la fatiga y el insomnio perduran durante mucho tiempo o si tras la recuperación persiste una parálisis residual de las extremidades o la cara.

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