Tratamiento del cáncer de hígado: conservador y quirúrgico

Para tratar el cáncer de hígado se utilizan tratamientos conservadores y quirúrgicos. La mejor opción es la extirpación quirúrgica de la parte dañada del hígado. Hasta el 80% de los casos se detectan en una fase en la que la cirugía ya no es posible.

También se utilizan la ablación por radiofrecuencia, la quimioembolización, la embolización transarterial y la quimioterapia, que se realiza introduciendo fármacos citostáticos en los vasos sanguíneos hepáticos, que los obstruyen y acaban así con la nutrición del tumor.

También se recurre a la alcoholización de los focos de CHC. En función de los hallazgos, la terapia puede incluir inhibidores de la multicinasa (bloquean la formación de células tumorales y la formación de vasos sanguíneos para su suministro), terapia hormonal e inmunomoduladora. La radioterapia también se utiliza en tumores inoperables.

Se trata de irradiar un tumor que no puede extirparse quirúrgicamente. La radiación se limita para no causar inflamación del hígado, que no tolera bien la radioterapia.

El trasplante de hígado también es una solución.

Sin embargo, esta decisión está sujeta a los llamados criterios de Milán, que establecen que el cáncer no puede afectar a los ganglios linfáticos ni a los vasos sanguíneos. Puede haber una lesión de hasta 5 cm de tamaño o tres lesiones de hasta 3 cm.

La prevención es importante

La prevención desempeña un papel importante en la protección contra el cáncer de hígado, especialmente en el tratamiento precoz de la hepatitis B y C. En el caso de la hepatitis B, la vacunación es eficaz para proteger frente a la infección. La prevención y el tratamiento del alcoholismo también son importantes.

Del mismo modo, es necesario evitar el consumo de alimentos de riesgo que contengan aflatoxina. Se trata de alimentos enmohecidos y en descomposición. Asimismo, es importante eliminar la exposición a sustancias químicas, como el alcohol y el tabaco, ya mencionados.